La exposición a factores como sustancias tóxicas o el estrés puede acelerar el envejecimiento.
¿Por qué nuestros cuerpos envejecen a ritmos diferentes? ¿Por qué algunos corren maratones con 70 años y otros se ven obligados a usar un andador?
Los genes son solo parte de la respuesta. Tres científicos de la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos) indican en un nuevo estudio que hay mucho trabajo por hacer en relación con los gerontogenes, factores, incluidas sustancias del ambiente, que pueden acelerar el proceso de envejecimiento.
Entre estos factores se incluirían, por ejemplo, el arsénico de aguas subterráneas, el benceno de las emisiones industriales, la radiación ultravioleta del Sol y las miles de sustancias químicas del humo del tabaco. También están incluidas algunas actividades como la ingesta excesiva de calorías o el estrés.
En su artículo, Jessica Sorrentino, Hanna Sanoff y Norman Sharpless indican que tener en cuenta en los estudios estos factores complementaría otros enfoques como el análisis de cambios moleculares o la búsqueda de genes relacionados con la duración de la vida.
«Hasta ahora se han centrado en el retraso del envejecimiento, que siempre me ha parecido prematuro», afirma Sharpless. «Aunque se anunciara de repente una píldora antienvejecimiento, habría que tomarla durante décadas y darle medicamentos a personas sanas durante mucho tiempo siempre tiene efectos secundarios. Si se identifican factores ambientales que afectan al envejecimiento, podemos utilizar ese conocimiento».
Los estudios con gemelos han sugerido que solamente 25 % de la variación de la esperanza de vida en humanos se ve influenciado por los genes. El resto depende de otros factores, como accidentes, lesiones y la exposición a sustancias que aceleran el envejecimiento.
Pero ¿cómo identificarlos? Existen varias opciones, aunque todas tienen inconvenientes.
Se podría estudiar el cerebro y medir los niveles de beta-amiloide, una proteína relacionado con el alzheimer. Sin embargo, esos niveles podrían no reflejar el envejecimiento de otras partes del cuerpo.
También podría medirse la longitud de los telómeros, capas protectoras de los extremos de nuestro ADN que se desgastan con el tiempo, pero es difícil y caro, y su longitud varía en personas de la misma edad.
El equipo de Sharpless se ha centrado en un aspecto concreto del envejecimiento, un proceso llamado senescencia, por el que las células dejan de dividirse. Las células senescentes se acumulan a medida que envejecemos y contienen diez veces los niveles habituales de una proteína llamada p16.
El equipo ha desarrollado una cepa de ratones que producen una proteína que brilla cuando fabrican p16. «Cuando se hacen mayores y tienen muchas células senescentes, brillan como locos», comenta Sharpless. «Cuando los exponemos a gerontogenes, brillan a menor edad de lo que cabría esperar».
El equipo está utilizando estos ratones para probar posibles gerontogenes y los han enviado a unos 50 laboratorios que están haciendo lo mismo.
«No existe la prueba perfecta, pero estoy seguro de que conseguiremos medir la edad fisiológica de las personas con precisión, y yo estaré para verlo».
Fuente: http://nationalgeographic.es/noticias/gerontogenes-factores-envejecimiento-noticia